Las consecuencias de crecer en un campo de refugiados en el desarrollo infantil

Las personas refugiadas se ven obligadas a abandonar sus hogares y su forma de vida. Toman esta decisión de huir de su país tras un periodo de incertidumbre y debido a una amenaza inmediata y terrible, siendo esta la mejor opción para sobrevivir. Todos han visto sus vidas destruidas por fuerzas que escapan a su control. En el caso de los sirios debido a una larga guerra civil. Los más vulnerables de este conflicto son los niños, por ello, hoy quiero hablar sobre cómo repercute en su infancia el hecho de crecer como refugiados.

Desde el ámbito humanitario se concibe que los niños que han vivido experiencias traumáticas, como huir de una guerra, se ven obligados a madurar antes de tiempo y, muchas veces, se produce una irreversible pérdida de la infancia. Muchos niños y adolescentes se ven obligados a adoptar rápidamente roles de adultos y, debido a que los padres y madres trabajan, se dedican a cuidar de sus hermanos más pequeños, papel que no les corresponde. En algunas ocasiones, se ven forzados a abandonar la escuela para trabajar y apoyar económicamente a su familia o incluso casarse a una edad temprana para ser una boca menos que alimentar.

Asentamiento de refugiados en Líbano. Foto Pablo Sánchez.

Es por ello por lo que los niños refugiados viven una serie de riesgos y situaciones extremas cuando migran con o sin sus padres buscando la oportunidad de una vida digna, donde ésta no peligre. Además de que muchos creen que llegar a un nuevo lugar quizás les proporcione una vida más segura y mejores oportunidades —cuando no esto no siempre se corresponde con la realidad—, dejar sus hogares expone a los niños a una mayor situación de vulnerabilidad, de carencia de cuidados y de violencia.

Son los más olvidados en estas crisis y, a su vez, corren el mayor riesgo de no superar nunca los daños que les suponen estas vivencias dañinas debido a que ocurren durante su etapa de desarrollo y crecimiento. La guerra y el desplazamiento se interponen en uno de los caminos más importantes para el crecimiento y el desarrollo temprano: el aprendizaje a través del juego. Por tanto, los pilares de la infancia, es decir, el aprendizaje y el juego, se tambalean por la falta de un entorno infantil seguro.

El entorno es crucial para el desarrollo. Los campos de refugiados en los cuales viven, tanto los niños como sus familias, son entornos artificiales en los cuales su libertad de movimiento está restringida. Es importante mencionar también que existe una preocupación y un miedo por parte de los padres a que los niños se alejen de los hogares por los peligros que supone el espacio exterior en estos contextos,. Por ello, muchos se limitan a jugar en el interior o en los alrededores. El entorno limitante y la carencia de recursos económicos y materiales provoca una gran reducción de las oportunidades de juego y de estímulos y, por tanto, les obstaculiza la adquisición de nuevas habilidades: habilidades motoras, cognitivas, sociales, emocionales, sensoriales, comunicativas…

Niños jugando durante las clases de educación para la salud de The Health Impact. Foto Pablo Sánchez.

Los primeros años de desarrollo infantil son de vital importancia para asentar una base sólida para el crecimiento y el aprendizaje a lo largo de la vida. Los estudios demuestran que todos los niños necesitan jugar para aprender y crecer. El juego favorece la salud y el desarrollo psicológico, emocional y cognitivo de los más pequeños, así como incrementa su nivel de resiliencia para afrontar y construir su futuro. Se debe prestar especial atención a los niños que crecen en zona de conflictos dado que pueden estar afectados por el desplazamiento y las experiencias traumáticas. Esto puede tener un impacto perjudicial y duradero en su desarrollo hasta la edad adulta. Si no se les proporciona a los niños oportunidades de crecer y jugar, podemos perder a toda una generación.

Por todos estos motivos, y muchos más no mencionados, un campo de refugiados no es un lugar para niños: es un entorno alterado y recuerda a los traumas del pasado. Se debe proteger a los niños independientemente de su estatus legal, proporcionarle un acceso a una educación de calidad, a un hogar y un entorno seguro donde tengan sus espacios para jugar, para reconectar consigo mismos y con la vida. Es imprescindible destacar que los servicios de salud —fundamentales en estos contextos— fomenten el juego como estrategia de promoción de salud física, psicológica y social o prevención de posibles alteraciones del desarrollo, apenas existen.

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Ana Cartagena

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