Hace ya más de un mes, el 28 de febrero, el periodista Pablo González fue detenido en Polonia mientras se encontraba cubriendo la actual guerra entre Ucrania y Rusia. Fue detenido con el pretexto de ser supuesto espía ruso, ya que el periodista y politólogo es nacido en Moscú donde vivió hasta los 9 años de edad, dato que llamó la atención de las autoridades polacas. Esta detención, completamente ilegal, no ha cumplido ningún proceso que otorgue garantías al detenido ni se han hecho públicos los cargos por los que será juzgado ni se harán en los próximos días como ha afirmado ya la fiscalía polaca.
Esta detención contrasta directamente con la imagen de democracia ejemplar que la UE quiere vender de sus miembros, haciendo ver una imagen de cara al exterior de ejemplo político y responsabilidad democrática, pero la realidad es otra ya que en sus fronteras se violan multitud de derechos humanos contra familias migrantes que huyen de países devastados por la guerra y el hambre dejando al margen la legalidad y la moral. Y es que no sólo Polonia actúa de tal forma, los países de la UE que poseen frontera con Estados no miembros como Hungría o Croacia, y que al otro lado de sus fronteras tienen países que sirven de ruta de paso de migrantes para llegar a la Unión Europea, actúan de forma cruel contra el débil reforzando las medidas de seguridad en las fronteras e incitando al odio hacia el diferente. Este problema también pone en el punto de mira las fallas del sistema comunitario en aspectos políticos y sociales que hacen que, aunque a nivel económico se haya llegado a una casi completa unión, en otros aspectos siguen existiendo trabas que hacen que la política migratoria entre Estados sea cuanto menos bochornosa, sin aplicarse medidas y sanciones contra estos países que atentan contra la vida de miles de personas porque no existen las suficientes competencias comunitarias al respecto.
En el caso de Pablo González la democracia también brilla por su ausencia, y es que Polonia se caracteriza por ser un Estado con fuerte carácter nacionalista, junto a las tensiones que está pasando la UE respecto a Rusia, ha sido el caldo de cultivo idóneo para que se produzcan estas violaciones de derechos con más crudeza. Lo sorprendente —o no — ha sido la respuesta del gobierno de España, sabiendo que el detenido también es ciudadano español. Tanto medios generalistas como el gobierno han llevado un perfil bajo y han pasado de puntillas sobre el tema, teniendo en cuenta que no hay una posición oficial del Ejecutivo y los medios más grandes del país no han informado más que de pasada de la noticia. El consulado español en Polonia ha visitado dos veces a Pablo en prisión sin resultados tangibles ya que la situación no ha cambiado en absoluto, sigue incomunicado con su familia y sin acceso a un abogado, también el ministro de asuntos exteriores español se ha reunido con su homólogo polaco, aunque no se ha revelado qué puntos de la detención del periodista se han hablado ni parece que se haya llegado a un acuerdo para su liberación.
Esta terrible situación deja en claro que países con una aparente democracia consolidada pueden no ser tan idílicos y que situaciones como esta, en las que en el imaginario colectivo suceden en países menos desarrollados lejos de nuestras fronteras, también ocurren en países europeos, llamada cuna de la civilización. Las situaciones de este tipo nos hacen pensar en si de verdad existe una crisis democrática en Europa o si por el contrario esta democracia nunca existió y no era más que ilusionismo y marketing que los Estados han vendido a sus ciudadanos y al resto del mundo para sentirse con poder suficiente para poder desarrollar una actitud cuanto menos paternalista con otros Estados en vías de desarrollo.